BEN TASGAL

08 octubre2024, 11:18 AM
La opinión que ofendió a los guatemaltecos y la respuesta acorde (Prensa Libre Guatemala)

25 días de muerte – Por Carolina Escobar Sarti

Es un acto cobarde e inhumano arrinconar a 1.5 millones de personas. Es insostenible lo que está sucediendo, otra vez, en la Franja de Gaza. Hace pocos años, la operación “Plomo endurecido” le puso la plana a esta nueva ofensiva; al lanzar cohetes contra Israel, Hamas le dio al gobierno de aquel país el pretexto perfecto para contraatacar. La estupidez humana es lo único cierto, diría Einstein.

Da vergüenza lo que está haciendo el Gobierno de Israel, que no refleja la voluntad de miles de judíos. Provoca una profunda impotencia que 1,500 muertes certifiquen el horror humano. Es innegable que existe Hamas y que su violencia es la otra punta del lazo que ahora tensa el gobierno sionista. Y es provocador que Estados Unidos primero condene los ataques contra refugiados palestinos, pero luego mande artillería pesada para que Israel la use en Gaza, al mismo tiempo que gasta más de US$1 mil millones para proteger a la población civil de uno solo de los lados.

Está visto que el interés por la guerra, además de responder a objetivos geopolíticos estratégicos, responde a objetivos económicos caníbales. Es un acto cobarde e inhumano arrinconar así a 1.5 millones de personas que viven en el campo de concentración más grande del mundo, sin electricidad, ni agua, ni equipo médico, ni víveres. Y sí, es cierto que los nazis mataron, en un lapso de cinco años, a 1.3 millones de judíos en Auschwitz, hace más de siete décadas, el acto de vergüenza más innombrable de la historia humana. Pero también es cierto que los antecedentes del partido israelí que hoy les grita “terroristas” a los de Hamas —que lo son—, los encontramos en la fundación del Irgún, justo hace siete décadas, cuando perpetraron actos terroristas contra el Mandato Británico. De allí surgió el partido Herut, y desde 1977, el actual Likud.

Todo esto solo confirmaría que la espiral de la violencia siempre va in crescendo cuando las profundas causas de esa violencia no se atajan de raíz. Hay que rastrear la relación histórica entre hebreos y filisteos; hay que ir al siglo XIV a.C. para entender su lucha por el territorio; hay que recordar que Israel se asentó, al constituirse en Estado, en un territorio que no tenía y que luego de ello comenzó el exilio de 780 mil palestinos. Hay que recordar que en 1967 Israel conquista Cisjordania y la Franja de Gaza, en la Guerra de los Seis Días, sin que esa anexión recibiera el beneplácito de una gran parte de la comunidad internacional. Y hay que recordar que hubo un país que sí apoyó entonces a Israel y lo sigue haciendo: Estados Unidos. Tampoco podemos olvidar a Sharon, responsable de las matanzas ocurridas en 1982 en los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila, o a Shimón Peres, Premio Nobel de la Paz israelí, implicado en la venta de armas al gobierno del apartheid de Sudáfrica en 1974, cuando era ministro de Defensa de su país —documentos desclasificados de la CIA—.

Recordemos también que hubo un maravilloso intento de vivir la paz, al ser firmada entre Arafat y Rabí en 1993, y que este se vio oscurecido por el asesinato de Rabí, en 1995, por judíos extremistas, lo cual provocó la respuesta de Hamas. La de nunca acabar. Warchasky dijo hace 10 años que en Israel, “hasta la década de 1980, la literatura infantil describía a los árabes como seres inferiores, desprovistos de identidad nacional y sedientos de sangre judía. Lo mismo ocurría con los textos escolares”. Habría que rastrear si no se educó igual a generaciones de niños palestinos, fomentando el odio recíproco, porque para matarse entre sí, los sionistas y los de Hamas no solo han sembrado el odio en la mente de muchas generaciones, sino que han hecho un reguero vergonzoso de sangre que sacrifica un poco más aún la esperanza del mundo.

Ningún Dios-Dios elegiría a un pueblo sobre otro. Hay que rastrear también la idea del pueblo elegido en documentos y libros antiguos realizados por líderes religiosos judíos en la época del dominio persa. Los terroristas de uno y otro lado, estén en el poder o no, tienen muy cansado al mundo. Y entre tanto cansancio, los niños y las niñas, junto con sus ganas de futuro, son bombardeados.

cescobarsarti@gmail.com

 

25 días de muerte y pocas horas de inmoralidad – por Gabriel Ben-Tasgal

Amigos evangelistas de Guatemala me acercaron la crónica “25 días de muerte” de Carolina Escobar Sarti y, aunque no suelo responder a lo que se imprime sobre el medio oriente, me he visto forzado a hacer frente a esas líneas que no son otra cosa que una salvajada intelectual y no menos, una degradación moral pocas veces leídas.

Escobar Sarti comete errores fácticos imperdonables. Los palestinos en Gaza no son 1.5 millones sino 1.7, el primer ministro israelí era Itzjak Rabín y no Rabi (mi rabino, en hebreo), no existen objetivos “económicos caníbales” como afirma la improvisada autora en un intento de adaptar al materialismo lo que no es materialista, el Likud se fundó en 1973 (y no en 1977), los filisteos y los hebreos no se enfrentaron a los hebreos en el siglo –XIV, Israel no se anexó nunca Cisjordania tras 1967 como afirma Escobar Sarti y la matanza de Sabra y Shatila fue la masacre de cristianos maronitas contra palestinos musulmanes sunitas tras el asesinato de Bashir Gemayel en el Líbano.

Si los errores menores son graves, los conceptuales son perturbadores. La autora intenta explicar el origen del conflicto y no le hace ningún favor a su buen nombre. El conflicto no nace por la disputa entre filisteos y judíos. Los filisteos provenían de Creta y eran minoicos en lo cultural. Los árabes palestinos provienen de la península arábiga, son musulmanes, y son un pueblo formado junto con la inmigración masiva de judíos a Israel, inmigraron desde dentro del imperio otomano buscando el progreso que traían los por Escobar Sarti demonizados “sionistas”. Filisteos y palestinos NO tienen absolutamente nada que ver históricamente. Luego, para rematar, intenta justificar el conflicto por el concepto de “pueblo elegido” entre los judíos. Escobar Sarti comete dos errores, primero la connotación del concepto es “negativa” o “no positiva” y no como lo presenta la “especialista”. Segundo, en el judaísmo moderno nada es más alejado que lo sugerido por la autora al tratar con el concepto.

Escobar Sarti comete un pecado mayor y concluyente. Ella compara a un grupo islamista radical con un estado democrático y liberal. Para ella es todo lo mismo y por ende, además de acumular falacias argumentales, llega una conclusión a la que ningún especialista de prestigio en medio oriente arriba. El conflicto es simple: Para los israelíes el conflicto es territorial (si se entregan territorios debería haber paz) y para los islamistas de Hamás el conflicto es religioso. El Hamás argumenta que los judíos y los cristianos son religiones falsas, con estatus de Dhimmi (propiedad del califa), que ocupa zona santa islámica (Dar el-Islam) y lugares santos (Waqf Al-Islam). Robert Spencer, Daniel Pipes o el enorme Bernard Lewis simplemente se mofarían de la lectura materialista y desconectada del medio oriente de Escobar Sarti. Israel se ha retirado del sur del Líbano, de todo Gaza y está dispuesta a la creación mañana de un estado Palestino… si el conflicto fuese territorial o económico, el conflicto ya se hubiese terminado. Los gobiernos europeos lo comprenden perfectamente, tienen el mismo problema de Israel en el corazón de sus capitales (el radicalismo islámico).

Afirmar que Israel, con el poder militar que posee, pretende llevar a cabo el exterminio del pueblo palestino y comparar éste enfrentamiento con el Holocausto es simple y perversa malicia. Una persona con una brújula moral bien direccionada no elevaría un argumento así. Citar parcialmente a Warchasky y comparar la educación de los niños israelíes con la que reciben los niños de Gaza que son educados a amar la muerte en lugar de anhelar la vida se soluciona revisando ¡10.000 películas! subtituladas al inglés o castellano en donde los palestinos mismos explican su deseo de inmolarse para asesinar no creyentes y en donde instan a servir como escudos humanos y a utilizar a niños y mujeres como mártires para la causa.

Escobar Sarti debe estar convencida que sus líneas son “pro palestinas” pero lo cierto es que un verdadero pro palestino hubiese elevado su voz ante la ideología islamista a la que se ven sometidos los niños palestinos, un pro palestino exigiría libertad y democracia en Gaza, un pro palestino entregaría el alma para defender a las mujeres y cristianos perseguidos y humillados en Gaza. Un defensor de derechos humanos haría otro tanto para proteger a los por lo menos 1.800 palestinos que han muerto de arma en el conflicto en Siria y ni hablar de los 180.000 que ya han muerto en aquel conflicto ante el silencio inmoral de los Escobar Sarti en el mundo.

No poseo información suficiente para saber si Escobar Sarti es una judeofoba o no lo es (aunque comparar el Holocausto con lo que sucede en Gaza hoy o su utilización macabra del concepto de “pueblo elegido” son argumentos cotidianamente utilizados por judeofobos). Estoy seguro de tres cosas… que la autora desconoce la naturaleza religiosa del medio oriente, que el objetivo de su crónica era “demonizar al estado de Israel” y que… su actitud es justamente la que hacer sentir feliz y apoyado al Hamás desde occidente y que alejan un futuro de esperanza para mujeres, cristianos o los niños palestinos de Gaza y de Cisjordania.

 

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