BEN TASGAL

08 octubre2024, 11:16 AM
El “Status de Jerusalén” es un asunto político – Por Gabriel Ben-Tasgal (26/12/2017)

El “Status de Jerusalén” (artículo de Faryd Kahhat del 17/12/2017) es un asunto político y así lo expresan los estados independientes a la hora de adoptar una postura sobre el tema. Lo mismo ha hecho el autor del artículo intentando revestirlo con un desatinado aura legalista. Una “declaración” de la Asamblea General de la ONU no posee peso legal a menos que todas las partes involucradas asuman que lo declarado rige sobre ellos y eso no ha ocurrido con la citada Declaración 181 (noviembre 1947). La ONU no crea los estados sino que acepta miembros que deben ser estados.

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Más grave aún es citar una “opinión consultiva” de la Corte Internacional de Justicia (2004) como si tuviese algún tipo de fuerza legal. Especialmente esa “opinión” que fue despreciada por los líderes de las democracias occidentales por establecer manipulaciones surrealistas como que un estado no puede colocar, si lo necesita, una valla de seguridad dentro de su propio territorio. Desde entonces, la Corte Internacional de Justicia ha evitado entrar en el juego de adaptar la ley al deseo de la mayoría panislámica para no terminar tan desprestigiada como la UNESCO o el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.

La Resolución 2334 que cita Faryd Kahhat expresa lo relatado sin ser esta la Ley Internacional. Una corte de justicia puede basar su sentencia en lo resuelto en un foro político como el Consejo de Seguridad de la ONU pero de allí a sostener que lo que decida tal órgano es Ley Internacional existe un enorme trecho.

La decisión de Perú de mantener su embajada en Tel Aviv es una legítima decisión política. No hace falta enarbolar malabarismos deficientes. Más aún, cuando se remata el relato con despropósitos históricos. Para el pueblo judío, Jerusalén ha sido su capital desde los días del Rey David (siglo X a.c.). Sin el linaje de David tampoco existiría nuestro señor Jesucristo. La Biblia, y centenares de pruebas arqueológicas, demuestran la centralidad de Jerusalén en la vida judía. Evidentemente, el Israel moderno y el pueblo judío no necesitan que ningún gobierno extranjero confirme dicha centralidad y capitalidad, realidad que cualquier turista puede constatar al pasear por las oficinas gubernamentales situadas en la capital de facto del estado, Jerusalén.

La existencia de las doce tribus citadas en el artículo (¡No conformaban un Estado Nacional!, reza, utilizando erradamente un concepto del siglo XIX para analizar lo que ocurría en el siglo XII a.c.), la separación entre dos reinos judíos, el de Judea y el de Israel, el nexo histórico y hasta genético demostrado entre aquellos reinos y los actuales judíos o cualquier otro argumento propuesto para ilegitimar al moderno Estado de Israel nos impulsan a hacernos una pregunta simple… ¿Existe algún otro pueblo sobre la faz de la tierra, que no sean los judíos, al que se lo obliga a justificar sus derechos e identidades? Pueblos paralelamente antiguos como los chinos o los griegos no cuestionan la esencia del pueblo judío… Otros tampoco deberían hacerlo.

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