BEN TASGAL

08 octubre2024, 11:19 AM
Acatando las normas de Qatar (o Pacatar)

– Si os parece bien – sugirió la mediadora, tras instar al matrimonio a sentarse en sus, recién adquiridos, sillones de cuero –, sugiero que Freddy comience exponiendo su perspectiva acerca de vuestra discordia.

–   Ante todo, deseo agradecer a Érica – tornó los ojos en dirección a su esposa -, por haberme brindado la oportunidad de viajar al Mundial de Qatar. Nunca había estado en un evento de tal envergadura. No soy amante del fútbol, aunque me atraen los eventos masivos y este era de una magnitud descollante.

– ¿Y por qué has optado por “salir pitando” hacia el aeropuerto, si en realidad no te aguantas un partido de fútbol completo?

– Es cierto. Me aburre ver 22 hombres corriendo tras un balón durante 90 minutos. Me sorprendió cuando Érica me entregó un sobre con entradas conseguidas en las reventas – volvió a mirar el rostro inexpresivo de su mujer -. Al recibir el pack completo; vuelos, hoteles y entradas; sentí un impulso irrefrenable. En lo único que pensaba era en Doha. Necesitaba oxígeno… después de quince años de vacaciones en pareja.

– ¿Es la razón por la que ha perdido el control? – indagó la mediadora.

– Yo no sabía que la selección de mi país no había clasificado para el Mundial – musitó avergonzado -. Imagine la irrelevancia que tenía para mí todo ese tema. Por supuesto que tampoco conocía las normas de conducta que imponían estos árabes.

– ¡Explícanos por qué te expulsaron de Qatar, Freddy! – intervino Érica elevando su voz en tono inquisidor.

– No soportarías escuchar las razones – refutó con la misma vehemencia que su esposa.

– Calma. Estamos aquí porque habéis acordado un enfoque constructivo – acentuó la mediadora, pretendiendo distender a las partes -. ¿Por qué cree que su esposa no aceptaría su comportamiento, Freddy?

– ¿Por qué? – se asombró al decidir volcar con franqueza lo que venía sintiendo desde hacía tiempo -. Imagine usted que hace unos meses me sorprendió masturbándome y comenzó a criticarme como si fuese un adolescente… es tan estructurada que no comprende que un hombre necesita tocarse…

– ¿Y qué pretendías que hiciese al verte masturbándote? – respondió la aludida.

– Como mínimo, esperaba que te hicieses cargo de mi erección hasta finalizar la faena…

– ¡Por Dios! – protestó Érica – ¿Usted escucha lo que me dice?

– ¿Le gustaría compartir con Érica su experiencia en Qatar? – recondujo la mediadora.

–  El primer partido me aburrió muchísimo. Creo que los de camisa verde eran mexicanos. Al segundo ya no me apetecía pero tenía las entradas y no quería desperdiciarlas. Tras un océano de dudas, terminé por presentarme en el estadio pero no me dejaron entrar. Uno que parecía el líder de Al-Qaeda comenzó a insultarme y a acusarme de haber falsificado las entradas.

– Ahora dinos que la policía te detuvo por esa gilipollez…

– Permita que su esposo se exprese sin reprimir sus sentimientos – ordenó la mediadora.

– El clon de Bin Laden solicitó refuerzos y cuando me di cuenta que venían a por mí… salí escopeteado del estadio – Freddy expresaba con sudor en la frente sus penosas vivencias -. Huyendo, me oculté en un centro comercial durante horas. De a poco me fui calmando y cuando al fin retomé el control, comenzaron a llamarme la atención las mujeres qataríes que circulaban felices. Me parecían hermosas. No sé – sonrió levemente -, me calentaba mucho la idea de descubrir qué escondían esos velos. Como no podía masturbarme en medio de aquel shopping, comencé a fotografiarlas. Cuanto más velo, más me ponían – se aceleró levemente -. Un policía comenzó a insultarme mientras se acercaba a la carrera. Para esquivarlo me acerqué a un grupo de ingleses que tragaban mares de cerveza en la puerta del centro comercial. Cuando giré para constatar si el guardia seguía mis pasos, un hombre borracho me estampó un beso en los labios mientras otro jovencito sostenía con una mano la totalidad de mis partes nobles.

– ¿Qué le ha provocado esa experiencia? – intentó profundizar la mediadora.

– Me sentí conmovido. Creo que, incluso, me excitó un poco que dos hombres me atacasen eróticamente de esa forma. Érica es… a veces… tan poco dada para promover nuevas experiencias… Usted ya se debe haber dado cuenta… ¡es muy pacata!

– ¿Cómo te atreves a insultarme de ese modo? – atacó sobresaltada -, ¿No fui yo la que te propuso darnos un masaje tántrico? ¡Me acaba de llamar “pacata”!

– ¡No finjas lo que no eres, Érica! – contraatacó.

– Sigamos con el procedimiento – medió la consultora -, ¿Cómo terminó la historia en Doha?

– La policía qatarí me acusó de fotografiar los traseros de las musulmanas, luego agregaron un acta por consumo de alcohol en una zona pública para rematar la sentencia de expulsión con una demanda por ejercicio de la homosexualidad. Listo, despachado. A las dos horas ya estaba volando de regreso a casa.

– ¿Entonces se comunicó con Érica para contarle lo sucedido?

– ¡Jajajajaja! – no logró simular la mofa -.  ¡Érica es incapaz de absorber esa información y menos por teléfono!

– ¡No me conoces, Freddy! – la esposa se sentía agraviada, humillada -, ¿Usted escuchó que me calificó de pacata? ¡Ni siquiera sabes que tengo un set completo de vibradores escondidos!

– Ya le escucharemos Érica. Ahora permitamos que Freddy culmine su exposición – dijo la mediadora.

– ¡Jajajajaja! ¡Tu pacatería te hace incapaz de asumir mis deseos y fantasías! – mantuvo el tono jocoso sin percibir que Érica comenzaba a enervarse -. Como le decía… – volvió a ignorar a su esposa, fijando sus pupilas en la profesional -. Me echaron de Qatar y al cabo de un día y medio me presenté en mi casa como si nada…

– ¿Cuál fue la reacción de Érica al verle?

– Ella no estaba en casa. No apareció aquella noche. La llamaba… pero no respondía – el rostro de Freddy se opacó al instante -. Regresó por la tarde del día siguiente y… al verme, se puso como una loca… comenzó a insultarme, a decirme que soy al único macho sobre la tierra que no le gusta el fútbol y que me había comportado como un desconsiderado ante su esfuerzo económico y logístico. ¡Estaba hecha una furia!

– ¿Así que yo soy una estructurada? ¿Así que soy yo la que no fluye? ¿Usted escuchó claramente que este gilipollas me calificó de pacata? – Érica estaba a punto de ponerse de pie. Los agravios anteriores retumbaban en su mente –. ¿Crees que soy una monjita de clausura?

– Érica… tú eres una…

– ¿Sabías, acaso, que tengo una cuenta de Tinder con tres fotos de perfil en donde expongo mi retaguardia y mis tetas en primer plano?

– Eh… pero eso no significa… – Freddy intentó asimilar el tsunami verborrágico de su esposa.

– Y gracias a lo que tengo para ofrecer a los hombres, conocí a un chico de 27 años con quien me acuesto dos veces por semana. Cuando te vas a jugar al póker con tus amigos… mi amante me usa para afinar su “tiro al blanco”.

– ¿Es con él con quien estabas cuando regresé de manera improvista de Qatar? – espetó confundido Freddy.

– ¿Aún consideras que soy una mosquita muerta? ¡Ya no soy tan pacata!, ¿has visto? – Érica aceleró su lengua al notar cómo el espanto se apoderaba de la mirada de su esposo -. ¡Claro que no estaba con Charly!

– Charly debe ser el amante de 27 años – aclaró innecesariamente la mediadora. Los presentes comprendían claramente el rol de la figura aludida.

– ¡Gracias a Tinder conocí al jeque de las “Mil y Una Noches”! – suspiró sensualmente -. Mientras tú volabas hacia el Mundial, yo me fundía tiernamente en los brazos de Hamed.

– ¿Hamed? ¿Te acuestas con un árabe? – se sorprendió Freddy.

– Para ser más precisa, Hamed es qatarí – resopló sin esconder su ira –. ¡Te aseguro que Hamed está convencido que no soy ninguna pacata!

– ¡Ah! – sonrió la mediadora -. Debe haber sido él quien consiguió las dichosas entradas para el Mundial…

– ¡Mis entradas te las regaló tu amante! – Freddy se espantó, tomándose la cabeza con las manos – ¡Qué humillación!

– ¿Y por qué su marido no logró entrar al segundo partido si las entradas eran legítimas? – preguntó intrigada la mediadora.

– ¡Qué humillación! – repitió Freddy.

– Unas horas antes del segundo partido, Hamed me citó en su casa. Al llegar me encontré con otras diez mujeres prácticamente desnudas. El qatarí me recibió sonriente y con total desparpajo anunció “¡Ya estamos los once, ustedes son mi mejor equipo, mi Harén de Tinder!… ¡Es hora de poner en movimiento las pelotas!”.

– ¡Qué vergüenza! ¡Qué machismo! – farfulló la mediadora –.

– Partí a los gritos maldiciendo en persa – susurró Érica –. A los pocos segundos, Hamed se vengaba de mí, anulando las entradas de Freddy.

La mediadora, el marido y su esposa, adoptaron una postura ensimismada. El primero en reaccionar fue quien no había sabido acatar las normas de Qatar.

– Al fin y al cabo… yo tenía razón… – dijo Freddy en un tono casi inaudible -. ¡Me expulsaron de Qatar por tu pacatería!

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