BEN TASGAL

08 octubre2024, 13:52 PM
Cindy, Agustín, Emanuel, la garota y el portero también

Cindy

Me gustan los hombres. Me atraen de distintos grosores, alturas y variantes. A excepción de los machistas. A esos no me los trago. Desde el momento en que nos regalamos un Match con Agustín, sentí una mezcla de atracción con un dejo de recelo. Las fotos de su perfil estaban exageradamente impostadas. La musculosa negra que adornaba su cuerpo, exponía unos tatuajes transgresores, que convivían con una sonrisa distendida y confiable. Creo que el elemento disruptivo era su nariz aguileña. Supongo que era eso lo que me mantenía tan indecisa.

Tinder nos propició un primer encuentro en un café. En aquella ocasión nos sedujimos al saludarnos, nos incomodamos a los pocos segundos, sentimos afinidad al recordar nuestras bochornosas citas pasadas para luego volver a exponer nuestras incertidumbres en el momento de despedirnos.

Me prometí no dejarme llevar por un primer encuentro inconcluso. Agustín se merecía una segunda oportunidad para despejar mis vacilaciones.

Agustín

¡Me embolan las mujeres que te histeriquean! Si te gusto, la seguimos en la cama, pero no me marees con tus inseguridades. Hacemos Match en Tinder, le meto creatividad durante el chat, envío mis mejores fotos y comentarios lúcidos en la previa y… a la hora de encontrarnos, Cindy me seduce con una sonrisa prometedora, pero me deja pagando en el “chape” de despedida. No entiendo una actitud tan dubitativa frente a lo que tenía que ser un “touch and go”.

Regresé a casa frustrado. Me gusta pasarla bien, salir y tomar algo con Fernet para ponerme a tono. Con Cindy logré contenerme. Antes de verla me quedó claro que, si quería mostrarme como un candidato “a más”, tenía que reducir considerablemente la cantidad de alcohol que habitualmente consumo para desinhibirme. Así y todo, no pasó nada entre nosotros.

Por suerte, al regresar a casa, me encontré con Emanuel, mi compañero de departamento. El pibe se tuvo que bancar la mala onda que traía ya que no había logrado “ponerla ni beberla”. Eso sí, mi interlocutor se ocupó de compensarme con una catarata de chupitos mientras me interrogaba sobre Cindy.

En ese momento, cuando mi sangre se dejaba influir por el dulzor del alcohol, Emanuel se encomendaba a la tarea de explorar su cuenta de Tinder.

Emanuel

Si hay una cosa que envidio de Agustín es su capacidad para ganarse a las chicas que me atraen. No hacía falta que me describiese a Cindy. Sin conocerla, yo ya sabía que me calzaría perfecto. Por alguna razón inentendible, nunca logro hacer Match con las mujeres que aceptan a Agustín. En el caso de Cindy, la busqué incansablemente en Tinder, hasta que la encontré, luego le di Like… pero ella no me dio bola.

Mi compañero no se da cuenta que estoy obsesionado persiguiendo sus conquistas. El mejor de mis recuerdos ocurrió hace un año, cuando me tropecé en el baño del departamento con una diosa que había pasado la noche con Agustín. Se llamaba Ramona. Como siempre, mi socio, se había pasado de vueltas con el alcohol por lo que dormía profundamente en su habitación. Lo que comenzó con una confusión sobre la prioridad para usar el inodoro, terminó conmigo dentro de ella, debajo de la ducha. ¡Mientras que Agustín dormía la mona, yo disfrutaba de Ramona!

¿Qué puedo decir en mi defensa? Yo conocía perfectamente a Agustín. Para disfrutar de los retos que me dejaba, no me quedaba otra que esperar a que este proyecto de casanova tomase de más y así acercarme a las mejores presas, que siempre lo escogían a él y no a mí.

Cindy

No pude llegar a tiempo a mi segunda cita con Agustín. Mi jefe me retuvo en la oficina, por lo que me presenté en el bar media hora más tarde. Llegué justo cuando mi cita comenzaba a derrapar. Me vio entrar y comenzó a lanzarme los dardos más desvergonzados. Se trataba de una versión mucho menos delicada y amena de lo que mostró en nuestro primer encuentro. Sobre la mesa se acumulaban tres chops gigantes de cerveza, vacíos.

De repente, se presenta a pocos centímetros de mi frente un tipo que dijo llamarse Emanuel, “el compañero de departamento de mi cita”. Al principio me impresioné por su dedicación hacia su amigo. Al cabo de unos minutos, comencé a sentirme incomoda. Emanuel dejaba a un lado a Agustín y se centraba en mí, especialmente en mi escote. Mientras que este baboso me desnudaba con la mirada, el borracho de mi candidato se lanzaba a la conquista de una brasilera voluptuosa que bailaba a pocos metros de donde estábamos.

Me sentí humillada. Cuando el asqueroso de Emanuel se acercó para besarme, me puse de pie de un salto y partí fastidiosa. Por el rabillo del ojo llegué a notar la indiferencia en sus ojos; no le importaba mi rechazo; ahora fijaba su mira en la figura de su amigo coqueteando con la brasilera. Me pareció un francotirador sexual.

La Garota

Eu amo dançar sozinha. La profundidad del ritmo bahiano me transporta a mis raíces. Por eso me tomó unos minutos notar que un garoto me bailaba sensualmente, sonriéndome sin pestañear.

Se me acercó y se presentó como Agustín. Nunca aconteceu nada assim comigo. Me había citado con un hombre por Tinder y, mientras lo esperaba, decidí aprovechar el tiempo dançando sola. A los pocos minutos, se me pegaba Agustín para comerme los labios con pasión… mientras apretaba con fuerza mi bunda. En menos de diez minutos, salía del bar con un galán imprevisto que me arrastraba hacia su departamento.

A Agustín le tomó bastante tiempo encontrar dónde había estacionado su auto. Luego, demorou muito para abrirmos a porta da casa. Parecía un poco bebado… había abusado del alcohol…

El Portero

Los pibes del tercero llegaron como a las cinco de la mañana. El más feo, Emanuel, vino corriendo y, sin siquiera saludarme, me preguntó si su compañero ya había entrado al edificio acompañado de una diosa brasilera. Le respondí que no lo había visto. Pareció sentirse aliviado. Me entró curiosidad.

Una media hora más tarde apareció la pareja. Agustín caminaba de forma un tanto torpe. Sin embargo, me saludó con claridad y con su mejor sonrisa. Cuando no estaba borracho, el muchacho tenía muy buen gusto para las mujeres.

La brasilera no era exactamente el tipo de mujer que suele acompañar al simpático de ese departamento. Amagué insinuarle algo, pero se metieron en el ascensor para desaparecer en pocos segundos.

Emanuel

Cuando abrió la puerta, Agustín estaba casi tan bebido como cuando lo dejé en el bar. La última vez que lo vi, se estaba chapando a la diosa brasilera. ¡Qué hermosa mujer!, ¿Tenía que quedarme sin hacer nada mientras él se llevaba, en ese estado deplorable, a la increíble “mulatona”?

Llegué a nuestro departamento una media hora antes que Agustín y la garota. Los escuché cerrar la puerta mientras se comían a besos. Como tantas otras veces, hablaba arrastrando la lengua.

A Agustín le costó unos segundos comprender que, esa noche, yo estaba decidido a pedir lo que me correspondía. Por eso, me metí en su habitación esperando a que llegasen. No les di tiempo a protestar. Sin dudarlo, les exigí que me aceptasen en un trío. La garota respondió sonriendo levemente. Agustín, en vez de insultarme y sacarme a patadas, murmuró que, si me quería acostar con la brasilera, me la iba a tener que ganar.

Les propuse apostar una noche de lujuria con un partido de truco. Si perdía, desaparecería en silencio y sin protestar.

La Garota

Eu sou brasileira. Nunca jugué al truco. No conozco las reglas. El compañero de Agustín me dijo “Falta Envido” y yo le dije “quiero”… le mostré mis cartas y… por la forma en la que festejó, evidentemente fue él quien ganó el juego. Iba a tener que dejar que me tocase…

Agustín disse que precisava ir ao banheiro. Ele desapareceu e nunca mais voltou para o quarto. Alos pocos segundos, yo estaba practicando un intenso sexo oral al experto en el truco…

Emanuel

La brasilera me dominó desde el primer momento. Me abrió los pantalones sin ningún tipo de tapujo. Me sentía en la gloria. Varias veces amagué con explotar. La “mulatona” sabía perfectamente los pasos para arrastrarme hacia el paraíso.

Me quedé mirando con los párpados entreabiertos mientras ella se ponía de pie para bajarse los pantalones. Al reacomodar mis ojos detecté que la garota había nacido garoto y que Paquetá no es solamente un jugador de fútbol de la canarinha.

Agustín y el Portero

  • ¡Qué rápido que te recuperaste del pedo Agustín!
  • No estaba borracho. Nunca lo estuve.
  • ¿Vos sabías que la mina que trajiste era un travesti?
  • Yo lo sabía – sonrió Agustín mientras se encendía un cigarrillo -. Supongo que el envidioso y el “concha de su madre” de mi socio lo está descubriendo en estos momentos…

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